sábado, 29 de diciembre de 2012

Mi primera bodega

Entre viñas toledanas


Lo que más me gusta de tener un blog que alimentar es que me obliga a mirar los detalles. Hay veces -muchas, casi todas- que pasamos por la vida como si estuviéramos corriendo sobre una cinta del gimnasio: vista al frente, en un punto en concreto, nuestro objetivo, y movimiento rápido de piernas. Sobre todo en esta vida profesional que llevo yo en la que a menudo nos llevan de un sitio para otro y nos ofrecen la oportunidad de hacer mil cosas; sin embargo, nos pasamos el rato mirando el reloj porque "vamos con el tiempo justo".

El blog me ayuda a fijarme, a detenerme y a disfrutarlo para poder contároslo. Si a mí no me gusta la experiencia, ¿cómo os va a gustar a vosotros?

Hace unos días, en una apretadísima agenda tuvimos el gusto de disfrutar de la visita a las Bodegas Constanza, en Toledo. Vimos los viñedos, visitamos las instalaciones e hicimos un maridaje de vinos y chocolate.


Es una bodega muy moderna, con apenas 13 años, pero con mucho carisma. Desde fuera se ven tres edificios unidos de distintos materiales, fiel reflejo de lo que está sucediendo dentro de ellos: El de madera, alberga las barricas, el de metal, las cubas de acero inoxidable y, el de cristal, la planta embotelladora.

Dentro y pese a ser prácticamente todo cristal han diseñado el espacio de manera muy acogedora. Allí nos dieron de comer un menú de caza, actividad anfitriona de la provincia en la que nos encontrábamos. De postre, un maridaje de cuatro caldos: un tinto, dos dulces y un brandy, con tres tipos de chocolate y, al atardecer, subimos a ver las doscientas hectáreas de la finca, desde la azotea.

El vino, la tierra y la caza, enmedio de un paisaje rodeado de cepas en invierno, mientras el sol había caído ya tras las montañas. Un reencuentro con la esencia.

Ha sido mi primera bodega, pero no será la última.

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