sábado, 16 de agosto de 2014

Menorca, ese paraíso


Generando buenos recuerdos



Despedimos Menorca desde la ventanilla del avión. Terminan 17 días en uno de los destinos más indicados para desconectar de la rutina diaria y descansar.

El inconfundible color blanco de la isla, como el de otras islas mediterráneas, contrasta con el color saludable de todos aquellos que cogemos el avión de vuelta. Menorca es tranquila en toda la extensión de la palabra. Como esgrime una de sus camisetas: "no es que conduzcamos despacio, es que tu llegas estresado".
Menorca es un plan familiar. Pero si lo quieres disfrutar a tope, vente con familia y amigos, porque no hay nada que enriquezca más el espíritu que compartir los buenos momentos. Cenar de barbacoa, aplaudir las obras de teatro que preparan los niños y que ensayan al anochecer mientras los mayores decidimos, a la fresca a qué cala ir, si del norte o del sur dependiendo de donde sople el viento (para evitar las molestas algas y las enervantes medusas). Es bucear entre rocas y peces de colores al atardecer -y más si previamente has tirado un poco de pan para atraerlos-, alquilar una barquita y calear... Sin prisa, sin grandes planes previos. Hacer una pequeña excursión cuyo premio es una playa preciosa y limpia, de aguas transparentes en la que además caben, sin problema, cuatro familias juntas... en pleno agosto.
Menorca es, además de esto y más cosas que no explico (sus fiestas, sus caballos, los paseos por Ciudadela y Mahón, el Camí de Cavalls, los talaiots, etc.) Menorca es cargar pilas, relajar el rictus, olvidar la tensión, recuperar lo mejor de la familia y reír con los amigos... La isla del viento se lleva el "tengo que" y su brisa construye recuerdos alegres.